SAMATO

Por Santiago Martinez Torres

“Los consejos de tus padres, empiezan a ser buenos en cuanto vas cumpliendo años”

Cuando eres niño, difícilmente tienes conciencia para recibir consejos, más bien recibes órdenes e indicaciones de lo que tienes que hacer, en esos años eras un imitador de tus mayores, sobre todo de aquellos a los que estás unido ya sea por amor o convivencia, son tus verdaderos guías y tus héroes, intentas curtirte y repetir, sus gestos, palabras, acciones, modismos que poco a poco los vamos convirtiendo en parte integral de nosotros mismos, es fácil escuchar, mira tiene las mismas poses que su padre o bien, mira habla igual que su madre, y así va pasando el tiempo hasta que nuestras relaciones sociales aumentan por medio de los colegios, las actividades deportivas y de entretenimiento, empezamos a sentirnos libres y al mismo tiempo rebeldes, nos decimos a nosotros mismos que tenemos derecho a vivir nuestra propia vida y que solo nosotros podemos intervenir con ella. Atrás quedarán los consejos que en su momento nos ofrecieron nuestros padres, todos basados a través de sus experiencias, el mundo a cambiado nos diremos, son otros tiempos que nada tienen que ver con los que ellos vivieron, y con el pasar de los años hasta entendemos que los que debemos ofrecer los consejos e incluso hacer de padres somos nosotros. No entendemos cómo no se pueden dar cuenta que ya son mayores y que deberían cambiar su forma de ser y de pensar, deben entender que ahora los que decidimos debemos ser nosotros y confiarnos el resto de los años que les quedan. Está claro que bajo estos síntomas que se producen ocurren diferencias dependiendo la posición social de cada familia, pero en el fondo los hechos son repetitivos y con escasas diferencias generales.

Al final y me sabe mal comentarlo, existe un claro señalamiento, de que tu avanzas hacia tu vejez, mientras yo estoy en la plenitud de la vida. Y es precisamente la vida la que te muestra la realidad que al final te hace reconocer la certeza y la realidad a que conducían los consejos de tus padres, tarde sí pero efectivo a la hora de ver cuanta verdad contenían esas palabras que en cierto modo despreciaste y cuán bien te habrían venido de hacerles caso en cada momento que experimentaste su conocimiento en tu propia persona. Probablemente en la mayoría de casos ya habréis sido padres y es entonces cuando comparas tus vivencias con las de tus hijos, cuán difícil es y cómo te va a costar llevarlos por el camino adecuado, a sabiendas de que vuestra propia experiencia y vuestros consejos no van a impedir que recorran el mismo camino que ustedes, con las mismas excusas y la repetición de la mayoría de errores que en su día advertimos para que no los tengan que sufrir en carne propia. Si estáis a tiempo y por medio de estas palabras tenéis tiempo de rectificar, analizad bien los consejos que os den, están llenos de experiencia ya vividas que en el mejor de los casos os impedirán repetirlas o advertirle para que tengan el mínimo de consecuencias.

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